Prevención primaria para reducir la incidencia de cáncer
El cáncer se rige actualmente como uno de los problemas sociosanitarios de mayor magnitud. Según datos de la OMS, junto con las enfermedades cardiovasculares, el cáncer es actualmente una de las primeras causas de muerte a nivel mundial. Dicho organismo juzga que alrededor de un 40% de los cánceres podrían evitarse con pautas de comportamiento saludables.
La Asociación Española Contra el Cáncer (AECC), por su parte, estima que más de 32.000 muertes anuales por cáncer en España son debidas a una dieta inadecuada y al sedentarismo, y aconseja la prevención primaria, a través de hábitos saludables, como uno de los principales factores para reducir su incidencia.
La cultura occidental nos genera numerosos cambios en nuestra alimentación y estilo de vida: mayores niveles de estrés, tabaquismo, consumo elevado de alcohol, sedentarismo o sobrealimentación, ingesta excesiva de proteína animal, productos lácteos, grasas saturadas, azúcar blanco y otros carbohidratos refinados; hábitos que han relegado al olvido la dieta tradicional y han allanado el camino hacia una mayor incidencia de cáncer y otras patologías modernas, propias de las sociedades del bienestar.
La célula constituye la unidad básica de cualquier ser vivo, por lo que desde el punto de vista científico, el cáncer es esencialmente una enfermedad de la célula que puede desarrollarse lenta, silenciosa y progresivamente durante años e incluso décadas antes de producir sintomatología, en función del terreno más o menos propicio en el que se desarrolle la célula cancerosa. No obstante, aunque el organismo genera células defectuosas constantemente, el cuerpo, gracias al sistema inmunológico, dispone de distintos mecanismos para su detección y bloqueo.
Desde esta perspectiva, debería contemplarse el cáncer como una enfermedad crónica sobre la que podemos actuar diariamente en un alto porcentaje alimentándonos de forma equilibrada y saludable e incluyendo en nuestra dieta alimentos ricos en fitoquímicos y compuestos anticancerosos, con capacidad para tonificar el sistema inmunológico e influir positivamente sobre la salud, como los que encontramos en el shiitake (Lentinulaedodes), el maitake (Grifola frondosa) o el reishi(Ganodermalucidum).
Aunque hasta hace pocas décadas, las propiedades de los hongos medicinales se desconocían en Occidente, la gastronomía y la farmacopea de la medicina tradicional china se han servido durante siglos de los alimentos como remedios para prevenir o tratar distintas enfermedades, utilizando una extensa variedad de plantas y extractos de hongos medicinales con fines terapéuticos.
En este sentido, merecen especial atención el shiitake, el maitake y el reishi, cuyo valor terapéutico no reside tanto en sus nutrientes sino en sus principios activos, muy especialmente los polisacáridos, principalmente β-glucanos, por su acción inmunomoduladora y sus ampliamente estudiados efectos anticancerígenos, con capacidad para estimular el sistema inmunológico sin hiperactivarlo.
Así, al igual que el resto de nutrientes que deberían formar parte de una dieta sana, equilibrada y suficiente –cereales integrales, leguminosas, especias y hierbas aromáticas, verduras, hortalizas y fruta de temporada, semillas, frutos secos y proteínas saludables–, estos tres hongos medicinales, además de su interés nutricional, pueden incluirse de forma habitual en numerosos platos de la cocina diaria por sus contrastadas virtudes nutricionales y terapéuticas:
- Su riqueza en proteínas los convierte en la ‘carne’ del bosque; especialmente en su forma seca, se puede equiparar a la carne de ternera.
- Son relativamente pobres en azúcares simples, con un índice glucémico bajo y una elevada digestibilidad, si se toman en pequeña cantidad.
- Contienen una importante cantidad de hidratos de carbono complejos y fibra, indispensable para mantener la salud de la microbiota intestinal.
- Reducen los niveles de colesterol en sangre y aportan al organismo gran diversidad mineral: hierro, fósforo, selenio, potasio, zinc, manganeso, cobre o germanio; éste último, fundamental en la prevención de procesos tumorales.
- Son bajos en calorías y ricos en agua fisiológica, razón por la cual se estropean fácilmente; resultan ideales, en cantidad moderada, en dietas de control de peso.
- Ricos en oligoelementos, vitamina C, ergosterol (precursor de la vitamina D, con acción antiviral y antitumoral), provitamina A y grupo B, especialmente niacina y riboflavina, estos tres hongos medicinales aportan también al organismo una gran variedad de enzimas y polisacáridos, especialmente β-glucanos, con gran capacidad para combatir muchas afecciones y modular la expresión de los genes en determinados tipos de cáncer.
- Prevención de la oncogénesis (proceso de formación y desarrollo del tumor).
- Actividad antitumoral directa contra diversos tipos de tumores.
- Actividad inmunopotenciadora contra los tumores en combinación con quimioterapia.
- Efecto preventivo de metástasis.
Cordyceps
Según la MTC todos nacemos con una energía vital (jing qi) determinada y almacenada en el riñón, en donde además acumulamos la energía obtenida de los alimentos. Esta energía esencial será transmitida a nuestra descendencia. Así pues, desde el punto de vista de la medicina energética, al potenciar dicha energía renal, conseguiremos una estimulación de la función reproductora: mejora de problemas que afectan a la erección y la espermatogénesis en hombres; estímulo de la ovulación, fecundación y fijación del zigoto en el endometrio en mujeres; y aumento de la libido en ambos sexos, siendo considerado un verdadero afrodisíaco. Se sabe que la función eréctil se ve estimulada debido a un aumento en los niveles de testosterona al inhibir la producción del enzima 5-α-reductasa, reduciendo así la conversión de testosterona en dihidrotestosterona (DHT), función que realiza el Cordyceps, por lo que se trata de un complemento muy útil en casos de impotencia. Cordyceps, además de estimular estas funciones, es considerado un remedio natural para la debilidad y la fatiga crónica; a menudo es empleado como rejuvenecedor y para recuperar la energía en casos de convalecencia.
En mujeres, Cordyceps actúa como estimulador de todas las funciones endocrinas y, dado que tanto la maduración del óvulo como su desprendimiento del ovario y su acceso al útero están reguladas por la cascada hormonal, está claro que favorecerá el proceso por el cual un óvulo maduro se encuentra en el lugar adecuado llegado el momento de la fecundación. Cordyceps también tiene propiedades antiinflamatorias que podrían ayudar a regular la excesiva producción de mucosidad que en algunos casos tapona las trompas de Falopio, impidiendo la bajada del óvulo hasta la cavidad uterina. Por último, Cordyceps es inmunomodulador, lo que puede remediar otra de las causas que impide la concepción tras la fecundación como es el rechazo del sistema inmunitario de la madre a la implantación del óvulo fecundado en la pared del endometrio y el desarrollo de la placenta, favoreciendo la fijación, mantenimiento y crecimiento del zigoto en la cavidad uterina, evitando la pérdida del mismo.
0 Comentarios